Bajamos juntos aquella avenida.
había estado en obras años atrás.
El alcalde de turno hizo un buen trabajo.
Aceras kilométricas para personas
tan preocupadas en no llegar tarde al trabajo,
que ni siquiera fueron conscientes del cambio.
El tema es que llegamos al local de moda por aquel entonces.
Las luces parpadeaban, la gente bailaba y los fumadores se escondían.
Ella me miraba, sonreía, y se escondía entre la gente.
Miraba, sonreía, y se perdía entre la gente.
Al día siguiente no recordaba ni su cara,
no tenía ni la más mínima idea del color de su pelo,
no me hacía a la idea de como olía su cuello,
no sospechaba ni de cual sería su nombre.
Quizá sea por eso.
Ella tan solo miraba, sonreía y se perdía entre la gente.
No es tan difícil sacar una sonrisa a cualquiera.
Solo hay que mirar, hacer que sonría, y perderse uno mismo entre la gente.
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