El olor a palomitas,
la cola transversal delante de la sala número cinco.
Los tickets impresos,
las salas con sonido dolby y de repente,
pasa un avión a través de aquella pantalla
con más metros cuadrados que tu propio piso,
haciendo temblar la sala de proyección.
Y las risas, y los llantos, y los gritos.
las butacas numeradas,
el acomodador y su ridícula linterna.
Después... la magia y la nada.
Y Tarantino, y Woody Allen, y Scorsese, y Julio Medem,
y Uma Thruman, y Brad Pitt, y Robert de Niro, y Najwa Nimr,
comentando la película en cuanto las luces se encienden.
Y las conversaciones a la salida,
que nada tienen que ver con lo ocurrido dentro de la sala.
El paseo largo y tendido de vuelta a casa,
y el resto de los días,
creerás que, de algún modo u otro,
tu vida tiene relación alguna,
con aquel film viejo y olvidado
de aquellos maravillosos 70.
Espero ansioso la vuelta a los días de cine.