Observo su cara,
ella sonríe.
Le digo que tenemos grandes planes entre manos.
Ella se aferra a mis palabras,
y yo,
me siento bien.
Le cuento las rutinas de mi día a día
sabe que soy un tipo complejo y complicado,
inundado de dudas, manías y otras perversiones.
Sin embargo,
ella sonríe.
Y yo,
me siento bien.
Hay algo que debes saber.
Me he quedado colgado de un viaje sideral,
para luego descender al averno de un Delirium Tremens
que aprieta pero no ahoga.
Ella,
sonríe,
y reclama cuidado, atención y paciencia.
Yo me quito el traje de fiesta.
Bailamos desnudos a oscuras en el cuarto,
compartiendo vino y conversación.
Y eso,
me hace sentir bien.
Confié,
abrí las ventanas y ventilé cada una de mis ideas.
He entregado las armas,
y comienzo a tener fe en algo.
Me he dejado llevar,
y he rescatado del baúl de los recuerdos
viejos tangos de Gardel.
Eso,
me hace sentir bien.
Luego,
he desempolvado aquella antigua y oxidada rolleiflex.
Sonríe,
le dije.
Y yo,
sonreí también.