Era mediados de Julio
Un tiempo demasiado agradable
como para gastarlo en la capital
en lugar de aprovechar
para darse un chapuzón en cualquiera cala
de la particular geografía costera gallega.
Cerraba un ciclo de mi vida.
Había zanjado algunos de mis asuntos pendientes,
la chica de Navarra había aparecido por sorpresa en Compostela y yo,
ya tenía todas mis pertenencias guardadas en cajas
para mudarme a otra vivienda,
situada a unos metros de la archiconocida estatua de las dos Marías.
Un par de ibuprofenos para calmar la resaca,
había sido una noche adolescente con los chicos en La Ciudad,
probablemente la última antes de vacaciones, pensaba antes de que sucediera.
Aparqué el coche en doble fila
y fui poco a poco descargando mis enseres,
descendiendo por las escaleras desde aquel 4º sin ascensor.
No había conocido a nadie en el edificio
durante mis 10 meses de estancia en Alfredo Brañas,
Más que a la señora que no hablaba, del 4º C
y en uno de los viajes de carga y descarga
tropecé con aquella chica.
Ella sonrió y yo hice lo mismo.
El tiempo se detuvo durante esos escasos 5 segundos
sosteniendo en el aire nuestras miradas...
Y seguí hacia el coche.
Quedaba un día de contrato
pero mi idea era irme ese justo día.
Hasta que me crucé con ella.
Al final, esa noche decidí volver a la capital
Salir de nuevo con los chicos, y esperar
Porque cada noche es una historia,
y últimamente solo puedo escribir de resaca.
Bebí demasiado,
la velada se estaba voliendo un tanto aburrida y,
no sé en que brillante momento de aquella noche de luna llena
decidí volver por Alfredo Brañas,
Y timbré en cada uno de los pisos del número 10, mi edificio.
Para que alguien me abriera, y poder detener la mirada,
aunque solo fuese durante cinco segundos más con aquella chica.
Señoras enfadadas, padres de familia,
estudiantes celebrando el bajo número de suspensos, y all fin
escuché una voz de chica.
Le dije si podría abrirme,
y la invitaría a cigarros y whisky que llevaba en una pequeña petaca del todo a cien.
Le prometí hacer de lo que quedaba de noche un momento inolvidable.
Aceptó,
Abrió lel portal,
Subí las escaleras como un loco
y en cuanto llegué al descansillo del 2º piso,
Nuestras miradas se congelaron por un segundo...
Bebimos whisky, fumamos cigarrillos, nos reímos a carcajadas...
Ella marchaba al día siguiente a Barcelona,
y yo me coroné en mi última noche por Brañas Boulevard...
Todo lo demás...
lo guardo para mi persona.
Pero de veras que fue una mañana inolvidable.